contribución a la pocima 666: alejando al dentista

vaya que yo se la mejor manera de alejar al dentista...

cuando era yo apenas una puberta, recuerdo haber tenido que ir al dentista a realizarme una endodoncia, bueno... está bien. no tuve que ir yo, me llevaba mi mamá.

el dentista era un hombre joven... veinticinco tendría el monumento aquel, era guapísimo: alto, moreno, cabello negro, ojos miel, la nariz perfecta, barba cerrada y unos labios carnosos que solo al esconderse tras el cubrebocas, permitian a su pelo en en pecho cambiar las ganas de besarlo por un deseo perenne de tocarlo.

no manches... que me importaba a mi ir tres o cuatro veces más a que me atascaran la quijada de xilocaína... con o sin anestesia me escuchaba estúpida al hablar con él por los nervios que me provocaba.

era un cínico desgraciado muy seguramente, pues agarró una de sus herramientas y simuló intervenir mi ceja, y acto seguido se carcajeó. para este tiempo, yo ya portaba con absoluta seguridad la notable cicatriz que tengo desde pequeña.

ahhhh, pero que no se riera conmigo... porque sin importar la blancura y perfecta formación de sus dientes, su sonrisa era simplemente encantadora y yo, le perdoné hasta eso.

casi ocho años después, regresé con un problema de una caries espantosa que me habia salido en una muela durante mi primer embarazo y que por alguna razón no me había arreglado en un año.

no recordaba su nombre, ni me acordaba de el, asi que fui al primer consultorio que se me ocurrio...

como olvidar esa sonrisa...
el hombre estaba... hecho un forro y en su escritorio ya tenia la foto de sus hijos.
no esperaba que me recordara así que no le dije nada.

me rellenó la muela mientras me perdía en sus ojos, ya un tanto ajetreados de tanto que habían visto a sus treinta y tantos.

al terminar, tomó su herramienta y se avalanzó contra mi ceja... se carcajeó.

- te acuerdas de mi? - le pregunté.

- como olvidar esas caries - dijo.

mmh.... como lo dije antes... a esa sonrisa, se le perdona hasta eso.